El
MOIR Insiste en el Frente Unico
En su edición. del
12 de noviembre, Voz, el periódico del
Partido Comunista, acusa al MOIR de llevar a
cabo reuniones con fuerzas oscuras en las
cuáles se recolectan fondos y se montan
planes subrepticios de propaganda fascista.
Tal infundio nada tiene de raro. Aquella
agrupación ha respondido siempre a sus
contradictores con el único fruto de su
ingenio: la calumnia. Lo execrable del
asunto radica en la sórdida intención de
responsabilizarnos o involucrarnos de
cualquier modo en la guerra sucia que
ensangra a Colombia. Los actos a que aluden
como prueba de la conjura son los foros
efectuados en varios departamentos con la
amplia concurrencia de dirigentes políticos,
gremiales y sindicales. De la labor
instigadora inculpan directamente y con
nombre propio a Marcelo Torres por su activa
participación en tales eventos; a José
Fernando Ocampo, del Comité Ejecutivo de
Fecode, por su brega en los medios
universitarios, y al periodista Leonel
Giraldo por las defensas que realiza de los
criterios consignados en su libro sobre
Centroamérica. Queremos enterar a la opinión
de tamañas maquinaciones, tanto más cuanto
que en los últimos meses se vienen
insinuando, de muchas maneras y en diversos
sitios, señalamientos semejantes contra
nuestro Partido. La situación del país no
está ciertamente para gastar jugarretas de
este género. Fuera de que nunca aceptamos
que el atentado personal, la extorsión o el
secuestro configuren procedimientos
compatibles con los anhelos de superación
del pueblo colombiano, nosotros fuimos los
primeros en llamar la atención sobre la
urgencia de civilizar la contienda política,
una consigna que hoy se halla a flor de
labio en las toldas de todas las tendencias,
sin excluir a quienes secundaron el tramposo
apaciguamiento del señor Betancur.
Cuando proponernos un
frente único por la salvación nacional y nos
aproximamos a industriales, agricultores,
ganaderos, comerciantes, clérigos y militares
en retiro, sólo nos mueve el interés de
resguardar a la patria de los azarosos
peligros externos e internos que la acechan.
Desde el exterior nos amenazan las ambiciones
hegemonistas de la Unión Soviética, cuyos
fantoches ya huellan el suelo de América con
su paso de ganso. Nos inquieta que Colombia
corra la suerte de las gentes de Afganistán
inmoladas en los altares de un extraño
socialismo; de la república vietnamita que
arrambla a sus débiles vecinos por cuenta de
los amos del Norte, o de la Angola invadida y
humillada por las tropas cubanas que guerrean
bajo la divisa del rublo. En lo interno
abogamos por el establecimiento de una
democracia que coloque a los ciudadanos y a
los partidos, sin salvedades, en un pie de
igualdad ante la Constitución y las leyes. No
sé trata de una fórmula nueva, ni de la
panacea milagrosa que algunos exaltan, pero sí
representa un principio clave por medio del
cual las masas populares y los sectores de
avanzada conseguirían organizarse y batallar
en provecho de las mayorías. Sin embargo, a
partir del pasado cuatrienio y echando mano de
mil trucos se protocolizó una preferencia
política a todas luces violatoria del orden
jurídico prevaleciente, la de garantizarles a
los exclusivos beneficiarios de los pactos del
cese al fuego el disfrute de las prerrogativas
consagradas en la norma escrita, y aun de las
mercedes del Estado, sin haberles exigido
siquiera la promesa de deponer las armas con
que intimidan a sus adversarios y los
destierran de las áreas en pugna. No más el
domingo 22 de noviembre, la gavilla de las
Farc que ejecutara en Arenal, Bolívar, a
nuestra militante Aidée Osorio, volvió allí
bajo el mando de un tal "comandante Camilo" y
ante la mirada atónita de los moradores de la
localidad masacró sin clemencia a los
compañeros Rafael Mendoza y Genaro Gómez.
Nadie responde por los crímenes cometidos
contra miembros del MOIR, a pesar de que hemos
conminado públicamente a los mentores de los
victimarios a que no los encubran. Y ahora
resulta que quienes han recurrido a la
justicia privada y a otras modalidades
delictivas para imponer su predominio, que han
concertado las más peregrinas alianzas con la
burguesía y expandido su brazo armado bajo el
auspicio oficial, que a comienzos de la
reimplantación del régimen liberal elogiaron
al ministro de Defensa con la inútil esperanza
de neutralizarlo, se reservan el derecho de
achacarnos sus mismos desafueros y de
prohibirnos hablar con personas y estamentos
influyentes, so pena de aparecer cual
inspiradores de la matanza desencadenada.
Con la grotesca
tergiversación de las contradicciones los
jefes del Partido Comunista no solamente
buscan ponernos de blanco de su negro terror,
sino justificar los desastrosos desaciertos de
su táctica. No nos perdonan nuestros certeros
pronósticos respecto al experimento
pacificador, ni el haber pedido la supresión
de los factores que han hecho posible la
crisis de moral reinante, empezando por las
singulares franquicias otorgadas al abrigo de
la tregua, el diálogo y la "paz". Si un grupo
estima que el país se encuentra en la
insurrección o al borde de ésta y decide
correr los albures del levantamiento bélico,
que lo intente. Cada cual hace de su capa un
sayo. Mas fantasear con la "guerra" tras el
propósito de obtener ventajas del gobierno o
supremacías sobre el resto de la población,
delata una apetencia insaciable e inadmisible.
Han sido justamente tales vivezas y no
nuestras fundamentadas denuncias las que han
permitido la proliferación de los llamados
grupos de autodefensa. Antes de la amnistía
los hubo en algunas regiones convulsionadas
por conflictos de tierras; en la actualidad se
han regado por el territorio patrio y con el
concurso de distintos estratos sociales. En un
pronunciamiento anterior indicamos los riesgos
de este grave fenómeno, subrayando cómo los
prosélitos encargados del trabajo legal
recibirían los golpes de la vindicta, así la
dirección de la Unión Patriótica, al estilo
del avestruz, crea despistar a amigos y
enemigos con informes de prensa en los cuales
se declara desligada por completo de las Farc.
Hasta el presidente Barco, tan pacienzudo y
tan sobrio en sus conceptos, osó sostener,
delante de la comisión que lo visitara a raíz
del asesinato de Jaime Pardo Leal, que se
estaba cobrando "en cabeza" de la UP los
"actos violentos" de quienes "persisten
torpemente en su empresa terrorista".
Para pretender
acallarnos hay otros motivos. El MOIR fue el
único entre todos los partidos que se abstuvo
de participar en los trapicheos de la
pacificación. Advirtió que el reintegro civil
de los insurrectos no podía supeditarse a la
anulación o recorte de las disparidades
económicas existentes en la sociedad
colombiana, pues con ello se levantaba un
obstáculo artificial e ineludible para el
desarme y se daba aliento teórico a la
aventura de la sublevación. Luego de que las
Farc masacraran a varios de nuestros cuadros y
ante la ausencia de un auténtico ambiente
democrático, exigimos acabar con las
dilaciones, proceder a la desmovilización y
cumplir con las expectativas creadas al inicio
de los contactos entre las autoridades y la
guerrilla. Prerrequisitos que la presente
administración ha ido también remarcando para
llegar a un acuerdo definitivo con los alzados
de La Uribe y detener la violencia. ¿Acaso no
se ajustan a la realidad estas precisiones?
¿Es que las ambigüedades de los armisticios
suscritos en agosto de 1984 no nos han alejado
de la civilización y conducido a la barbarie?
¿En qué paró la encomiada apertura?
El procurador
preconiza que la democracia en Colombia está
regida por la "ley de la selva"; el ministro
de Gobierno sostiene que únicamente va
quedando viable la "solución militar"; el
consejero de la rehabilitación se siente "casi
que utilizado por quienes hablan de paz y
responden con los fusiles"; el doctor Carlos
Lleras Restrepo llama a no prolongar la "farsa
de la tregua"; el ejército se toma cada vez
más en un cuerpo deliberante con amplia
audiencia en el concierto nacional; el
extremoizquierdismo coligado trueca sus viejas
reivindicaciones reformistas por una
contradictoria mezcla de clamores contra el
miedo y por la vida; el Partido Comunista
convoca a la "resistencia" y a actuar "en
todas las formas contra los asesinos del
pueblo, sus incitadores y promotores"; el
presidente de la UP no descarta la alternativa
de la abstención en los próximos sufragios; el
Parlamento aprueba una importante suma
dirigida a fortalecer la capacidad operativa
de las Fuerzas Armadas, y el colombiano raso
ya no cree ni espera nada agradable de las
declaraciones de buena voluntad de los
firmantes de los convenios de la conciliación.
Los acontecimientos
les han vuelto la espalda a los estrategas de
la astucia, la intriga y la falacia. El
mantenimiento simultáneo de la "guerra" y de
la "paz", una variante de la "combinación de
todas las formas de lucha", en lugar de haber
ensanchado las libertades públicas, las ha
obstruido. Algo comparable sucede con los
procedimientos criminosos como el secuestro,
elevado por el fundador del M-19 a la
categoría de método proletario de combate, que
desacreditan la causa revolucionaria y frenan
el ascenso popular. Lo irrefutable de todo
este largo período de confusión, del cual
todavía restan liberales que ven en la sombra
de Bateman al más grande ideólogo de la
revolución, es que el MOIR se ha opuesto solo
y resueltamente a dichas desviaciones, cuyos
abanderados acaban de lanzar su último mensaje
con la voladura de Cementos Rioclaro, una
acción inconcebible, un regreso a la edad de
oro del anarquismo, cuando la pelea se
encaraba no contra las relaciones de
producción sino contra la producción misma.
Casualmente, en los
encuentros que estamos convocando con voceros
gremiales y políticos, además de la
salvaguardia de la soberanía nacional y de la
erradicación del crimen cual instrumento de
las lides partidistas, se ha enfatizado en
otros dos aspectos no menos vitales para las
corrientes democráticas y patrióticas: el
fortalecimiento de la capacidad productiva del
país y la satisfactoria acogida a las demandas
de las masas laboriosas. Los trastornos
económicos de la década les confieren especial
relevancia a estos puntos, de cuya atención
dependen bastante los logros del frente único
propuesto. Aunque los balances de 1987
empiezan a registrar cierta recuperación, y
entre determinados círculos empresariales se
percibe complacencia a causa de uno que otro
estímulo propiciado por el Ejecutivo,
comprendidas las reducciones tributarias de la
Ley 75 de 1986, sobre la industria y el agro
gravitan dificultades múltiples. De un lado,
la reactivación observada corresponde al curso
normal de la crisis recesiva que ya culminó
mundialmente, mas no obedece a un esfuerzo
concertado de la nación; y del otro, se
divisan los síntomas de una depresión próxima,
que, según algunos analistas, sería de mayor
envergadura que la del lustro pasado.
A las deformaciones
estructurales características del Tercer
Mundo, como las altas tasas de desempleo, el
tradicional rezago del campo, la estrechez del
mercado interior y el peso asfixiante de un
siglo de relaciones necolonialistas, se les
suman las lesivas consecuencias del
endeudamiento externo, los caóticos malabares
de la red bancaria, el manejo especulativo del
comercio exterior, el desorden ocasionado con
el constante aumento del déficit fiscal, la
inflación permanente, el despilfarro, las
destinaciones no rentables de los empréstitos,
el acometimiento de proyectos faraónicos de
discutible prioridad y el resto de males
derivados de la falta de una planificación
estatal efectiva. Muchas de esas obstrucciones
podrían apartarse sin acudir necesariamente a
las palas de la revolución, siempre y cuando
cuaje un poderoso movimiento unitario que
presione y haga conciencia acerca de las
circunstancias propicias que se originarían
con un consistente auge en los ámbitos de la
producción nacional. El 20 de mayo, dos días
antes del foro efectuado en Bogotá, en carta
remitida a la Dirección Nacional Liberal, los
presidentes de Acopi, Fenalco, ANDI, Camacol,
Fedemetal, SAC, Asobancaria, Fedegán y
Acoplásticos, pusieron de ejemplo la
"anchurosa alianza" planteada por el MOIR, en
contraste con los amagos de aquel directorio
de borrar de sus estatutos la representación
de los gremios. Muestra palpable del
entusiasmo que suscita una política de
convergencia entre cuyas miras se contemple el
propender al progreso y atacar el atraso. Al
pueblo le interesa menos que a nadie el
estancamiento económico. Las tesis de los
liquidacionistas, conforme a las cuales entre
más extendida sea la indigencia de las masas
más cerca estaremos de un cambio del sistema,
carecen de cualquier validez. La destrucción
de oleoductos o de fábricas no allana la senda
de la emancipación social. Por el contrario,
el incremento de la mano de obra, sobre todo
en una nación relegada y menesterosa como
Colombia, les sirve principalmente a los
trabajadores, puesto que los robustece y les
proporciona mejores condiciones para sus
conquistas, lo mismo materiales que
espirituales.
Desde luego que la
coalición de clases y capas disímiles, a veces
contrapuestas, pero identificadas en los fines
enunciados, supone concesiones mutuas, de
carácter positivo, que no vulneren los fueros
fundamentales ni de la patria ni de los
ciudadanos. Son innumerables las
personalidades que durante el transcurso del
aflo han exhortado a contener con la más vasta
unidad el proceso de disolución que nos mina.
Entre ellas se destacan las de los
exmandatarios Lleras Camargo, Lleras Restrepo,
L6pez Michelsen, Turbay Ayala, Mosquera Chaux,
y Pastrana Borrero; las de la Iglesia por
intermedio del cardenal Alfonso López
Trujillo, y las de algunos oficiales del
estamento castrense. No obstante, dentro del
consenso general disuena la actitud del
gobierno empecinado en comprar pleitos
perturbadores e inoportunos. No otra cosa
significa salir con la revisión del
Concordato, un asunto espinoso que
inevitablemente indispone a las autoridades
eclesiásticas, enturbia el examen de los
candentes problemas actuales y cuya discusión
bien puede aguardar a la llegada de calendas
menos borrascosas. Pasa igual con la
incomprensible reticencia del primer
magistrado a entablar oficialmente
conversaciones con el Partido Social
Conservador, en procura de un acercamiento en
torno a intereses colectivos y no sobre el
reparto de los cargos públicos, tal y como lo
han puntualizado las cabezas visibles de la
"oposición reflexiva". Otro tanto cabe agregar
a propósito de la agudización del diferendo
con Venezuela, cuando ni allá ni aquí
prevalece el ambiente indispensable para
hallar una solución que ha de ser amigable y
definida de común acuerdo. La ruptura del buen
entendimiento con el hermano país y las
tensiones fronterizas socavan las energías
nacionales, incluidas las del Estado, en un
momento crucial en el que la barbarie de cada
día nos persuade a dirigir los esfuerzos hacia
la tarea de ordenar la casa.
Antes que escarceos
nacionalistas, antes que utópicos
ofrecimientos de extinguir la pobreza,
Colombia requiere rescatar la democracia, el
medio insustituible de la lucha del pueblo.
Y que se dialogue, para arrumbar o posponer
cuanto entrabe la integración del frente
único reclamado con insistencia por nosotros
y otras vertientes ideológicas, no para
volver a las andanzas de la administración
Betancur. Por eso nuestros calumniadores, a
la hora de rendir cuentas, se descargan
endosándonos las trágicas consecuencias de
su tramoya pacifista; pero entre menos se
ciñan a la verdad histórica más claramente
se establecerá que en esta coyuntura la
razón estuvo del lado del MOIR.
-----
Publicado en El
Tiempo del 13 de diciembre de 1987.