Aprovechemos
las Elecciones Parlamentarias para Confrontar
y Denunciar el Continuismo
Al
llegar una nueva contienda electoral, hacemos
un análisis general de la situación de las
fuerzas obreras y populares y, también, por
supuesto de sus contradictores de clase, con
el objeto de conocer los avances y retrocesos
y potenciar las fuerzas del pueblo.
El
gobierno de Santos enfila sus fuerzas con el
propósito de su reeleción, apoyándose en el
proceso de paz que adelanta con la guerrilla
de la Farc. De
igual manera necesita que las bancadas
parlamentarias, queden a su favor, para que le
aprueben las normas del apaciguamiento.
Si
de manera somera hiciéramos un recuento de los
procesos de paz en Colombia diríamos que
producida la independencia de España, los
enfrentamientos entre Gólgotas y Draconiamos o
Radicales terminó en un proceso de paz que
desfavoreció a los sectores avanzados del país
en 1885, desarrollado en la Constitución de
1886 que fortaleció a los grandes
terratenientes; el nuevo enfrentamiento de los
radicales bajo la dirección de Uribe Uribe,
también terminó mal, con un pacto de paz en el
barco norteamericano Wisconsin en 1902 y la
posterior pérdida de Panamá y de las
inversiones de Colombia en el Canal. La paz de
1957 que unió a liberales y conservadores en
el frente nacional, con la colaboración de
Rojas Pinilla y la Junta Militar, hizo parte
del acuerdo bipartidista igualmente tutelado
por el gobierno norteamericano, sus
corporaciones imperiales y socios
internacionales en contra del país. En el
proceso de paz con el M-19 y la constitución
de 1991, montaron las políticas neoliberales,
que entrega a manos llenas lo que queda de
país, y ahora, mediante el colaboracionismo y
la actual componenda pacifista, profundizan
estas mismas políticas y perpetúan el
continuismo.
Las
movilizaciones y paros de los indígenas, de
los estudiantes y de los campesinos son las
recientes muestras del descontento
generalizado; por su parte, el movimiento
obrero atomizado tiene pendiente su
demostración de argumentos y de fuerza
dirigiendo los nuevos escarceos del proceso de
independencia, soberanía y de nueva
democracia. Todo dirigido frente al gobierno
de Santos que persiste en impulsar las
inversiones de las transnacionales, quienes
avanzan sobre los puntos estratégicos de la
economía colombiana, la producción energética,
minera y de materias primas, acabando con la
producción nacional y regional, tras mantener
endeudando al país, privatizar las empresas,
desmontar los servicios sociales del Estado y
descentralizar para que el gran capital pueda
penetrar en cualquier punto de la geografía
nacional a saquear y cobrar por cualquier obra
o servicio, por medio de concesiones, peajes y
otros impuestos indirectos, donde el llamado
Estado Social de Derecho lo usan para que les
abra los negocios y les pague todo tipo de
“estímulo a las inversiones” y los llene de
privilegios por medio de los Tratados de Libre
Comercio –TLC y las alianzas público-privadas,
mientras que los funcionarios con altos
honorarios y pensiones, facilitan la subasta
del país, acentúan los manejos clientelistas,
el despilfarro y la corrupción.
En
Colombia y en general en el mundo, con
contadas excepciones, no hay quién defienda el
interés nacional, proteja a los productores de
cada país y reconozca los derechos de los
trabajadores; la resistencia civil y
patriótica de los pueblos, está apenas
recomponiendo fuerzas después del desmonte del
bloque internacional socialista en 1978. En
esa vía, la concentración de la tierra y de
las empresas en manos del sector financiero
internacional es cada vez mayor; le ha
correspondido al movimiento de los indignados
enrostrar a los grandes banqueros del mundo
como los causantes de las crisis y de la
austeridad y el sacrificio, tanto en los
países desarrollados como en el segundo y
tercer mundo; somos testigos de cómo
intervienen en los asuntos internos de los
países, destruyen naciones, crean conflictos,
dividen los pueblos, saquean el petróleo y las
riquezas mientras hablan de libertad,
pluralismo y de democracia participativa.
Las
fuerzas políticas en la puja electoral tratan
de mostrarse independientes del gobierno, pero
los hechos los condena, el Partido Liberal, el
Partido Conservador, el Partido de la U,
Cambio Radical, participan y coparticiparon
del actual gobierno de una manera y otra y
aspiran en su mayoría al continuismo con la
reelección de Santos y el respaldo a la
componenda de la paz; el Centro Democrático
difiere en que defiende la mano dura en el
proceso de paz. Alianza Verde con menos
compromisos, coincide en los puntos centrales
de los partidos gobernantes; el Polo y la UP
tratan de mostrarse como oposición, sin
embargo su accionar, no promueve reversar las
privatizaciones, hablan de renegociar los TLC,
no de acabar con las formas neoliberales y
socialdemócratas de explotación y dominio,
buscan alguna autonomía en las relaciones
internacionales pero no defienden a fondo la
soberanía del país, les preocupa mantener los
umbrales electorales y llegar al parlamento
para ganarse algunas lisonjas, no están en la
tarea de organizar al pueblo para la segunda
independencia; aceptan la focalización de los
recursos, entregar subsidios y hacer populismo
pero no desarrollan las soluciones que acaben
con la dependencia del país, el envilecimiento
de la clase obrera y las clases populares
porque sus posiciones son complacientes.
En
el pulso de la etapa anterior a elecciones, el
presidente Santos dejó caer su ira contra la
justa protesta de los campesinos, dio respaldo
al alcalde Petro en la aplicación del toque de
queda y en la militarización de Bogotá y
ordenó el envió de 50.000 policías y militares
a romper el paro campesino en las
concentraciones de las carreteras del país.
Esa es una verdad de apuño que muestra el lado
oculto de la verdadera tragedia colombiana.
En
resumidas cuentas, la clase obrera, el
campesinado y los sectores populares y
patrióticos no tienen candidatos a las cuerpos
legislativos, por tanto tomamos una posición
en estos comicios de acuerdo a nuestras
condiciones materiales y sociales, la cual no
es otra que mantenernos dentro de la mayoría
del contingente abstencionista, que siempre
gana las elecciones con el 54% del promedio de
la votación, pero que su impotencia no puede
resolver nada, porque requiere de los nuevos
dirigentes y organizaciones para enfrentar la
aplanadora oligárquica e imperialista. Por
tanto la tarea es reconstruir las
organizaciones y estar a la altura en las
nuevas contiendas sociales, políticas y
electorales. La revolución nunca se ha
detenido tiene altibajos, avances y
retrocesos, pero cada vez cuenta con mayores y
mejores experiencias para encarar los retos,
cualquiera que tenga que enfrentar.
La
paz que necesita el pueblo no es violenta ni
amañada, es auténtica.
Comité
Cívico Popular de Bogotá.
Marzo
de 2014.